La cordillera que nos alimentó.
La hierba y todas las aguas inquietas de mi alma.
Quisiera aprender, así, ser como tú.
Entender cada pedazo de tu carne, piernas y caderas.
Tus besos, anhelo de llovizna.
Tu mirada, valle de la luna.
Tus abrazos, aves voladoras en lo alto de mi frente.
Y tus caricias, de manos lejanas.
¡Quisiera verte!
Soy prisionera de mi decisión.
Paloma, vuela a lo alto, canta tu canto, proverbio de mi verbo.
Cántame tu viento, tu noche y tu amanecer.
Te dejaré, te dejaré amarrarme y amarme.
Te dejaré, te dejaré aunque me deje a mi en este intento de ciegos.
Y perdóname, por favor.
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