Dibujé en   tu espalda  

las alas que te faltaban.

-Sentada en el aire, burbujean mis ideas.
 Espero que todo se lo lleve el mar, olvidar.
 Soy un pájaro, mi pelicana renace, te canta, te canta...

Mi perfume te asalta, ladrones del viento.

Oscurece.

Florecida como árbol japonés, te converso y es que te necesito, te converso y lo entiendes.

Las nubes, que dibujadas me murmuran los secretos del primer beso...

Aún lo recuerdo, huelo a jazmín y tu cabeza lleva una corona.

No tienes espinas, tus brazos son espigas y mazorcas.

Aclara el día y me siento a olfatearte, hueles a nevado y agua fría.

Te golpeo la puerta, déjame entrar.

Escríbeme, te doy mi cuerpo entero para entre tus sueños ser tu íntimo diario que te recuerde las historias que tu mente siente.

No creas que me olvido de tu perfume.

Tengo ramas, barro y curtido de otoño, juntos hagamos el nido.

Hagamos el nido.

Por consecuencia y remordimiento, se me fue la vida, se me fue el anhelo.

He dedicado de mis días la sonrisa y el alba del amor.

¿Escatimé?

Te hice daño, lo sé.

Y me mataste por revancha.

Por despecho o por confusión, miedo diría yo.

Se lavan todas las etiquetas que podrían habernos consolado o dicho el camino.

Se despedazan y ya no pueden leerse.

Pero sabes mi amor, te leo el corazón.

Te lo escaneo a distancia con el fuego del mío que a cada latido me insinúa tu camino retorcido.

Ese mismo que lloró antiguamente por la infamia mentira de otros que no supieron valorarlo.

Y así me siento, frente a ti, atónita de desilusión, desesperanza...

¿Para qué?

La maldita mentira te apodera.

Y ya no eres tú.

Si no el espejo de lo que podría ser o fue.

Si.

Fue, debo aceptarlo, debo arrancarme el alma y verla, sentirla.

Lamer mi sangre, mis heridas.

Soy una perra, una perra aullando, gritando, su dolor.

Dime algo, dímelo.

Como sea, con vino o sin sabor.

Amargo o dulce.

Dímelo por favor.

Porque como te he amado pocos podrían expresarlo.

Porque mi río y proa estuvieron limpios hasta el día en que te conocí, en el que te conocí de veras.

Ese día en el que el velo se tiñó de sangre, porque algo ha muerto en mi.

Algo muere.

!Se me muere!

!Se me muere!

Aúllo, en las ruinas de este amor.

Aúllo, por nuestra luna y nuestro sol.

Por todas esas lágrimas, ahora mal gastadas.

Y tu sonrisa, que me envuelve aún y cuesta despedir.

El día se me ríe, la noche se me ríe, el mar, la tierra entera está riendo.

Pero no puedo, no puedo acompañarlos hoy con su sonrisa.

Porque me han quitado algo, porque algo se me muere.

                                                              !Se me muere!

                                                              !Se me muere!

El alba herida, las manos desgastadas, la mentira y la mentira que vuelve y socava.

Injusta e innecesaria.

No es una discusión de alturas.

Es mi grito hecho cenizas.

Que se me muere.

Se me muere.

Por este amor.

 Sed.

Tango.
Propicio.

Amor.

Me expreso, no como me enseñaron, si no, como aprendí.

Toda esta luna parece reír, inminente a mi nostalgia, ilógica a mi tristeza, amorosa a mis destrozadas mejillas, enrojecidas de desilusión.

Sed.

Sed sin cadenas que me apodera y se despoja de tantas ataduras viejas.

Mi alma no desea preguntar, ya no más.

Mis sentimientos más furtivos desencajan en esta poesía, porque si lo fui.

Por que sí he sido tuya.

Tango.

De mil mares que se estremecen, que me bailan esta noche lejos de tus labios, esos que me enamoraron y hoy se alejan lentamente de mi, de nuestra historia, danzando.

Propicio.

El momento exacto de la mentira, el instante consumido por tantos que lo han hecho.

Y como bailarina, de tanto juego y tanto trigo que he comido, angustia propicia.

Desolación propicia, justa de sal, justa y a la medida de la injusticia.

Amor.

Es todo menos dolor.

¿O acaso es del dolor de donde nace?

Arroyo de aquel río que llenamos de riquezas, del oro que recogimos de montañas, hoy me recojo, me encojo...

Porque te amé.

Claro que te amé.

 Somos agua, solo somos agua.

Y se avecinan las olas, allí vienen, aquí las veo.

Mi amor

El amor es...amarillo en cada cascada, como el primer día en tus besos y la caída de aquel acantilado.

Donde me nombraste, donde te nombré, mi deseo irrefutable, nuestros ideales.

Y los sueños se vuelven transparentes, el tiempo ha pasado y nuestras cabezas descansado.

Nado, Nado, Nado y Nadamos.

Entre aguas no profundas y profundas.

Ríos y mares.

El remolino disipa.

Mi acantilado te saluda.

Me abrazo, me contengo.

Mi acantilado puede contenerte, saludarte y amarte.

Te abrazo, te contengo.

Mi acantilado, enrojece, se oscurece, se aclara.

¡Acantilada me siento!

...y te beso entre las olas, el viento y los erizos del mar que he reconstruido dentro del océano.

Nuestro océano.

Nado, Nado, Nado y Nadamos.