Por consecuencia y remordimiento, se me fue la vida, se me fue el anhelo.

He dedicado de mis días la sonrisa y el alba del amor.

¿Escatimé?

Te hice daño, lo sé.

Y me mataste por revancha.

Por despecho o por confusión, miedo diría yo.

Se lavan todas las etiquetas que podrían habernos consolado o dicho el camino.

Se despedazan y ya no pueden leerse.

Pero sabes mi amor, te leo el corazón.

Te lo escaneo a distancia con el fuego del mío que a cada latido me insinúa tu camino retorcido.

Ese mismo que lloró antiguamente por la infamia mentira de otros que no supieron valorarlo.

Y así me siento, frente a ti, atónita de desilusión, desesperanza...

¿Para qué?

La maldita mentira te apodera.

Y ya no eres tú.

Si no el espejo de lo que podría ser o fue.

Si.

Fue, debo aceptarlo, debo arrancarme el alma y verla, sentirla.

Lamer mi sangre, mis heridas.

Soy una perra, una perra aullando, gritando, su dolor.

Dime algo, dímelo.

Como sea, con vino o sin sabor.

Amargo o dulce.

Dímelo por favor.

Porque como te he amado pocos podrían expresarlo.

Porque mi río y proa estuvieron limpios hasta el día en que te conocí, en el que te conocí de veras.

Ese día en el que el velo se tiñó de sangre, porque algo ha muerto en mi.

Algo muere.

!Se me muere!

!Se me muere!

Aúllo, en las ruinas de este amor.

Aúllo, por nuestra luna y nuestro sol.

Por todas esas lágrimas, ahora mal gastadas.

Y tu sonrisa, que me envuelve aún y cuesta despedir.

El día se me ríe, la noche se me ríe, el mar, la tierra entera está riendo.

Pero no puedo, no puedo acompañarlos hoy con su sonrisa.

Porque me han quitado algo, porque algo se me muere.

                                                              !Se me muere!

                                                              !Se me muere!

El alba herida, las manos desgastadas, la mentira y la mentira que vuelve y socava.

Injusta e innecesaria.

No es una discusión de alturas.

Es mi grito hecho cenizas.

Que se me muere.

Se me muere.

Por este amor.