Las señoras bajo un hálito de sorpresa dijeron cosas irrefutables.
Horribles, señor.
No podía escuchar, me achuraban los oídos sus afectaciónes, sus penas, sus ascos.
Y la caída del acantilado era para mí, aún más arremolinada.
Me dio asco tanta tristeza pegajosa en mi cuerpo, tanta lágrima, tanta depuración.
Huir
o
Parir
Cualquiera de los caminos tendrían sus sabores y olores particulares.
Opté por la número dos y aún estoy padeciendo las contracciónes.
¡Estoy viva!
No hay comentarios:
Publicar un comentario